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El orgasmo, ensayo sobre el placer

El orgasmo, ensayo sobre el placer

Debe haber pocas cosas en biología tan difíciles de explicar o definir como el orgasmo. En sexología decimos que es tan complejo explicar o definir un orgasmo cuanto un estornudo.

Las definiciones son obviamente diversas, veamos una no técnica, como la enciclopedia on line Wikipedia: “El orgasmo (del idioma griego ὀργασμός) o clímax (del griego κλίμαξ, «escalera» o «subida») es la descarga repentina de la tensión sexual acumulada, durante el ciclo de la respuesta sexual, resultando en contracciones musculares rítmicas en la región pélvica caracterizadas por el placer sexual”. 

Reparen cómo curiosamente es muy parecida a la definición no técnica de “terremoto”: “Un terremoto1 (del latín terra ‘tierra’, y motus ‘movimiento’), también llamado seísmo o sismo (del griego σεισμός [seismóstemblor o temblor de tierra) es un fenómeno de sacudida brusca y pasajera de la corteza terrestre producida por la liberación de energía acumulada en forma de ondas sísmicas”.

Resumiendo, el orgasmo es la liberación de energías acumuladas durante el acto sexual y el terremoto es la liberación de energia acumulada durante el movimiento de las placas tectónicas, en el orgasmo hay una contracción muscular rítmica y en el terremoto hay movimientos sísmicos. En fin, un orgasmo sería algo así como un terremoto sexual, pero que culmina en placer. 

Definición médico-técnica nuestra: Es la sensación placentera de índole psíquica en la cual participan emociones asociadas a vivencias almacenadas en la memoria, acompañadas con contracciónes rítmicas de la musculatura perineal. Los núcleos encefálicos del placer comparten muchas de las áreas estudiadas al respecto de la libido, como área septal, hipotálamo, núcleos pre-ópticos y todo el sistema límbico. Ocurren a nivel cerebral, del punto de vista neuroquímico, liberación de sustancias neurotrasmisoras-neurohormonales como oxitocina, prolactina y otras como endorfinas. La liberación sostenida de prolactina durante 30-60 minutos es en parte la responzable de la transitoria disminución de libido experimentada luego del orgasmo, y lo que aclara al investigador porque en pacientes con elevación patológica de esta hormona (hiperprolactinemia) el individuo está, persistentemente con bajo deseo. También es la base antropológica y fisiológica de la disminución de la libido de muchas mujeres durante la fase de hiperprolactinemia fisiológica del embarazo. En este momento de la vida reproductiva de la mujer, la succión por lactante del pezón desencadena esta hiperprolactinemia funcional, natural, necesaria para la producción de la leche materna por la glándula mamaria y explica esta disminución de deseo para que esta madre amamantando tenga disminuido el deseo sexual así, se ocupa de terminar la crianza del producto de la concepción, antes de “encargar” otro bebé.

Todos estos cambios producen a nivel psíquico-sensorial, cambios en el estado de conciencia con percepción de sensaciones placenteras similares a lo que algunos califican como una sensación de trance místico espiritual, algo así como un estado “religioso”, un “estado de gracia”, un viaje similar al experimentado por el adicto a las drogas de diseño en medio de su “mejor viaje”. En ese momento de “trance” suele ocurrir una especie de “desconexión” transitoria con la realidad que puede  llegar a constituir una fugaz perdida de la conciencia, un “apagón” transitorio del cerebro. 

Hasta aquí esta definición se ajusta a mujeres y hombres, pero obviamente cada uno tiene sus particularidades. En el sexo masculino el orgasmo se presenta asociado al fenómeno eyaculatorio sub dividido en tres fases, estudiadas en el capítulo “Las disfunciones sexuales masculinas”, a saber: fase de emisión, fase de eyaculación y fase de orgasmo propiamente dicho, dónde ocurre la sensación de placer ya analizada.

Los especialistas en sexología tenemos muy claro hoy el funcionamiento de la erección en el hombre normal y aquellos problemas físicos y emocionales que la alteran, así como fármacos y drogas recreativas y sus interacciones. Lo mismo para la libido o deseo sexual tanto masculino como femenino, su dependencia de las hormonas sexuales y sus interacciones con drogas y medicamentos.  El orgasmo en cambio permanece aún hoy y en gran parte en territorio desconocido para la ciencia, en aquel limbo donde se encuentra la mente, el alma y el pensamiento. Sabemos sí que algunos fármacos lo afectan, principalmente lo “dificultan” o “retardan” como ciertos psicofármacos antidepresivos que utilizamos diariamente para el tratamiento de la eyaculación precoz. Pero poco, muy poco mas.

Uno de los estudios científicos mas serios y completos sobre el orgasmo fue realizado por el  investigador Gerst Holstege, de la Universidad de Groningen, en Holanda. Su equipo estudió con un escáner de emisión de positrones (TEP) los cerebros de 13 mujeres y 11 hombres cuando experimentaban un orgasmo. «No hicieron el amor de la forma habitual, ya que esto resultaba técnicamente imposible. En el escáner sólo hay espacio para una persona», explicó Holstege . Cada voluntario o voluntaria se colocaba bajo el escáner mientras su pareja le masturbaba.

El estudio realizó importantes hallazgos . «Lo más interesante que encontramos fue que durante el orgasmo todas las regiones del cerebro relacionadas con el miedo o la alerta se apagan, y esto es algo que nunca habíamos visto», explica Holstege. El orgasmo produce esta especie de trance, y en el momento del clímax sobreviene un “apagón” momentáneo del cerebro que analizamos anteriormente y que los franceses llaman “la petit mort” o la “pequeña muerte” por aquella fugaz pérdida del conocimiento.

Hay algunas diferencias entre los orgasmos de hombres y mujeres. En ellas, el apagón es mucho más acusado que en los hombres, aunque en estos últimos los centros del miedo también se desactivan. Parte del experimento consistía en pedirles a las mujeres que fingiesen el orgasmo. «Obviamente, en los hombres no fue difícil determinar si alcanzaban un orgasmo o no, pero en las mujeres no es un asunto fácil, ya que podían fingirlo», dice Holstege. El escáner detectó la mentira. ¿Qué ocurría en el cerebro de la mujer cuando fingía el orgasmo estudiado en el escaner de emisión de positrones (TEP)? «Se activó la región del córtex motor que controla voluntariamente el movimiento pélvico. En realidad, esta región no se enciende cuando un orgasmo es real».

En el hombre, uno de los aspectos de la sexualidad menos comprendidos es la eyaculación. Aparentemente, el cerebro no participa mayormente al momento de enviar la señal específica al pene para que el semen sea eyectado. Los expertos piensan que es un fenómeno que depende de un reflejo nervioso a nivel de la médula espinal. Un tipo de neuronas localizadas en la región lumbar llamadas espinotalámicas serían las responsables: si se estimulan, provocan eyaculaciones en las ratas de laboratorio. En tanto, en los hombres no eyaculadores precoces, existe la posibilidad de controlar de manera voluntaria o por lo menos retrasar hasta cierto punto este mecanismo eyaculatorio, por lo que las estructuras corticales superiores a nivel del cerebro deben cumplir algún papel antes de que se produzca el fenómeno. Así que, desde el punto de vista científico, la búsqueda de un centro del orgasmo masculino en el cerebro continúa eludiendo los esfuerzos de los científicos.

El hombre presenta un orgasmo breve que dura pocos segundos, tras los cuales necesita un periodo de descanso para volver a empezar el ciclo (denominado técnicamente “período refractario”). Algunos hombres son capaces de sentir orgasmos múltiples -sin que tenga lugar la eyaculación-, llamados «orgasmos en seco». El sexólogo Alfred Kinsey, en su histórico estudio de 1948, el “Reporte Kinsey”, ofreció las primeras estadísticas fiables acerca del orgasmo experimentado por los hombres: las tres cuartas partes alcanzan el orgasmo muy rápidamente, dentro de los dos primeros minutos del acto sexual.

El orgasmo femenino  dura entre veinte segundos y dos minutos. Hay una diferencia sustancial del punto de vista biológico y antropológico con el masculino: ella no lo necesita para perpetuar la especie, mientras que en el hombre, el orgasmo es un paso inevitable para que se produzca la eyaculación, y por tanto, indispensable para la fecundación. «Desde la antigüedad hasta el siglo XIX, la asunción general era que las mujeres experimentaban orgasmos al igual que los hombres, y que, de hecho, el orgasmo era necesario para la concepción», indica Thomas Liqueur, profesor de Historia de la Universidad de California en Berkeley y autor del libro Sexo en solitario

Pero si biológicamente la mujer no precisa el orgasmo, ¿para que existe? El organismo femenino no ha recorrido el camino de la evolución que se inicia hace 4000 millones de años cuando aparece la vida sobre el planeta y culmina en este último millón de años para dotarlo de una función extremadamente compleja al punto que mal entendemos, para nada…

El orgasmo femenino es así un misterio dentro de la biología. En su famosa obra El mono desnudo, el zoólogo y etólogo británico Desmond Morris sugería en 1967 que el orgasmo inmovilizaba a la mujer y la mantenía en posición horizontal tras el acto sexual, con el objetivo de que no escapase el esperma y, por tanto, aumentar así las posibilidades de ser fecundada.

Los científicos Robert Baker y Mark Bellis, de la Universidad de Manchester, sugirieron también que el orgasmo femenino permitía a la mujer retener más el esperma. Las contracciones musculares “exprimirían” el esperma hacia el útero.

La investigadora y antropóloga Sarah Blaffer Hrdy, de la Universidad de California especialista en primates sostiene la teoría que el orgasmo existe en algunos primates como una medida defensiva por parte de la hembra para impedir que el macho mate a sus hijos. En los monos langures por ejemplo, la mortalidad por infanticidio de las crías por parte de los machos que no son sus padres ronda el 30%. Pero eso no ocurre en otras especies, como macacos y chimpancés, en los que las hembras, quizás “motivadas” por sus orgasmos, copulan con varios machos. El orgasmo en estas hembras no humanas podría ser una manera de proteger a los hijos de los ataques de los machos, los cuales no tienen la certeza de saber quiénes son o no  sus hijos y no arriesgan a matarlos, afirma Hrdy. No vemos clara esta explicación ya que no es el orgasmo propiamente dicho el mecanismo “protector” sino el propio coito en sí mismo. 

Otros investigadores a su vez, afirman que el orgasmo femenino no tiene ninguna función biológica y no es mas que un “resabio” evolutivo.El pionero de estas hipótesis de fue el antropólogo americano Donald Symons, que escribió en la década de los 70 un libro, “La evolución de la sexualidad humana”, en el que exponía que el orgasmo femenino no tiene ningún sentido evolutivo.

Stephen Jay Gould, paleontólogo y biólogo evolutivo americano defendió esta última posición en un artículo en la revista “Natural History” comparando el orgasmo femenino con los pezones masculinos y atribuyéndoles a ambos igual función: ninguna.

Elisabeth Anne Lloyd, historiadora, investigadora y bióloga americana de la Universidad de Indiana comparte esta teoría de Gould y llamó al orgasmo femenino “un subproducto de la evolución” y lo comparó al igual que éste al pezón masculino. Afirmó: «La idea de un subproducto evolutivo es bastante antigua y se remonta a los tiempos de Darwin, es un rasgo que es arrastrado por otro. Los pezones de los hombres son el ejemplo más claro. Ellos los han adquirido porque comparten con ellas la misma arquitectura del cuerpo. En las mujeres, los pezones son el resultado de una adaptación evolutiva; sin ellos resultaría imposible la crianza de los bebes”. Lloyd estudió además el desarrollo embrionario de las estructuras anatómicas que participarán mas adelante fisiológicamente en la obtención del orgasmo en ambos sexos y agregó: «El orgasmo es algo que aparece muy pronto en la construcción de un ser humano», el feto masculino obtiene así esta estructura y función que será absolutamente necesaria para la perpetuación de la especie, mientras el feto femenino obtiene las mismas estructuras y función “gratuitamente, sin costo”, “por arrastre” de la misma manera que obtiene el hombre sus glándulas mamarias y pezones. «Obtienen los nervios implicados, los tejidos y los músculos implicados en el orgasmo, de una manera gratuita, debido a que el niño los necesita, ella no” afirma Lloyd. Esto despertó obviamente, furibundos ataques de colectivos feministas contra Lloyd, quien a su vez, se considera feminista y afirma: «Quizá debí prestar más atención a cómo reaccionarían las mujeres y los hombres al llamarlo así. Quizá el miedo de la mujer provenga del hecho de haber proporcionado una razón a los hombres para que no se tomen sus orgasmos en serio». Quebrando una lanza por Lloyd, el defender su teoría de que el orgasmo de la mujer es un subproducto de la evolución, no tiene porque hacerlo menos importante que el masculino. No hubo ataques masculinos contra ella por “menospreciar” el pezón del hombre.

Numerosos investigadores han intentado encontrar alguna relación entre el orgasmo femenino y la fertilidad tanto en mujeres normales, multiorgásmicas como anorgásmicas, pero sin éxito.

Quizás aquí este en parte la explicación, entre otras cosas de por qué sólo el 25% de las mujeres alcanzan el orgasmo durante el acto sexual y entre un 5% y un 10%, que es una proporción muy grande, jamás lo vayan a experimentar. ¿Será realmente el orgasmo femenino “subdesenvolvido”?

En los hombres en cambio, como ya dijimos, las tres cuartas partes alcanzan el orgasmo muy rápidamente, dentro de los dos primeros minutos del acto sexual. Muchos de ellos son los que hoy nos procuran en las clínicas andrológicas para tratar su actual problema de eyaculación precoz debido principalmente a que culminan el acto antes que sus parejas, motivando el “reclamo” de aquellas. Estas consultas por eyaculación precoz han aumentado exponencialmente en los últimos años y principalmente desde el advenimiento de los movimientos de liberación femenina surgidos en Francia en la década de los 70 y que impulsaron a esta nueva mujer a exigir a sus parejas el disfrute de su sexualidad. Poco antes de esto poco se consultaba por esta causa, la mujer no disfrutaba tanto y mucho menos exigía por su sexualidad al varón. Si éste era eyaculador precoz él se complacía y ella no, la mujer sufría en silencio, no reclamaba, este reclamo era además muy mal visto por la sociedad. Pero si sólo analizamos el orgasmo masculino de un punto de vista antropológico y reproductivo, en comparación con el femenino, podríamos decir que evidentemente se encuentra mucho mas desarrollado y es mucho mas “eficiente” biológicamente. El hombre podría, si se lo propusiera y como quizás ocurrió a nuestros ancestros, “cubrir” de manera mas eficiente a un mayor número de hembras con una mayor probabilidad de perpetuar su linaje. 

¿Podrá ser que al no tener el orgasmo femenino una “utilidad” reproductiva no se haya desenvolvido por este motivo? 

Estaríamos así utilizando un argumento similar al porqué no se han desarrollado mas las mamas y pezones masculinos, pero, ¿ será este razonamiento correcto? ¿necesariamente debería estar ligado el desarrollo anatómico de un órgano o de una función fisiológica en función de su efectividad reproductiva? ¿por qué? El razonamiento nos lleva inevitablemente a comparar la búsqueda científica de vida extraterrestre en función de los requerimientos de los seres vivos como los conocemos en nuestro planeta. Debe haber agua, oxígeno, carbono, nitrógeno, etc. Pero, ¿no pueden desarrollarse otro tipo de seres en otros ambientes? En el fondo de los mares en áreas volcánicas marinas del “Cinturón de Fuego del Océano Pacífico” y con condiciones de presión extremas que ningún ser vivo podía soportar existen filtraciones de agua a temperatura de  ebullición donde crecen formas de vida en un ámbito sulfúrico (rico en azufre) que antes desconocíamos. Puede haber planetas con condiciones ambientales que ni sospechamos en los que hayan prosperado formas de vida que ni imaginamos. Estar adjudicando al orgasmo femenino exclusivamente una “atrofiada” función reproductiva nos parece realmente un poco apresurado.

Sin embargo, a juzgar por los números las diferencias son abismales, repetimos: sólo el 25% de las mujeres alcanzan el orgasmo durante el acto sexual y entre un 5% y un 10%, nunca lo van a experimentar, situación denominada clínicamente “anorgasmia primaria”. En los hombres, las tres cuartas partes lo alcanzan rápidamente y dentro de los dos primeros minutos del acto sexual, por otro lado la anorgasmia primaria masculina es extremadamente rara. Mal que nos pese, quizás, el orgasmo masculino es rápido, fácil y eficiente del punto de vista reproductivo mientras el femenino es lento, difícil e ineficiente biológicamente. ¿Será que realmente es un “resabio” biológico que la evolución esta llevando por el camino de la involución y dentro de algunos millones de años las mujeres de nuestro planeta ya no lo disfrutaran?  Esperemos que no. Por el bien de nuestro linaje.

Dr Jorge Di Iorio.

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